3 de octubre de 2018

La hija de mi padre no se sonroja, no tiene cuidado, cepilla cada noche su cabello y usa tacos. La hija de mi padre no tiene miedo, se pinta los labios y sale altiva por las calles como si todos la vieran, como si nadie la viera. La hija de mi padre tiene su vida resuelta, una casa en la playa y un gato, no come verduras, pero glorifica a los pepinos y paltas que cubren su rostro, su piel blanca y helada como recuerdo de invierno.

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